domingo, 12 de mayo de 2013

Cuando nací mi papá lo pasó muy mal. Nadie le informaba de nada, sólo en la sala de urgencias. Mi mamá tuvo un desprendimiento de placenta y estuvo a punto de morir y yo con ella. Fueron momentos muy intensos y difíciles. Finalmente me pudo ver, y sé que fueron uno de los momentos más duros de su vida. Rodeado de cables, máquinas, y la incertidumbre de no saber si saldría adelante. Los médicos eran cautos, y le dijeron que las primeras 48 horas eran determinantes. Infecciones, complicaciones, cualquier nimiedad podría acabar con mi pequeña y recién estrenada vida. Y luego tuvo que subir a la habitación donde se recuperaba mi mamá. Después de una cesárea de urgencia y varias transfusiones, parecía que se quedaría todo en un mal sueño. Tuvo que sonreirle como si todo fuera genial, aunque en su rostro se adivinaba el sufrimiento y la angustia que sentía.




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