domingo, 20 de abril de 2014

UN DÍA DECIDÍ DEJAR DE PREGUNTARME POR QUÉ...

Hola hijo,
Un día decidí dejar de preguntarme por qué. No importa que sucedió, no importa saber cómo pudo haber sido, que hubiese sido de nuestra historia si todo hubiese ocurrido de otra manera.
Un día, te miré, y comprendí que debía empezar a hacerme otras preguntas.
Para qué, por ejemplo. Para qué pasan estas cosas. Y decidí, después de llorar abrazada a la almohada, que tu llegada fue una señal. Para que apreciase lo verdaderamente importante de la vida. Para enseñarme a vivir sin esconder mis sentimientos. Para convertir en fiesta cualquier amanecer...

Empecé a olvidar aquello que sabía antes de que nacieras. Y anduve el camino contigo. Respirando cuando tú lo hacías. Conteniendo la respiración cuando luchabas por sobrevivir.

Y fui otra vez niña, aplaudiendo una sonrisa. Y volví a ser niña, jugando contigo, repitiendo los mismos juegos una y otra vez.

Y así, entre lágrimas llenas de esperanza, entre risas contagiosas en la noche, me hice mayor a tu lado.
Y aprendí a sonreír al espejo. A caminar sin miedo. A presumir de mi maravillosa vida. Porque tenía un tesoro tan grande, que el mundo entero lo envidiaría.
Y pasaron los años. Y seguimos acariciándonos las mejillas, bailando abrazados, y seguimos llorando algunas veces.

Pero ya no hubo más preguntas. Solamente una respuesta. Eres mi hijo. Y contigo de la mano, no habrá sueño que no podamos cumplir. Aunque tengamos que perseguirlo mucho, mucho tiempo...

martes, 15 de abril de 2014

DEDICADO A LOS PADRES QUE INICIÁIS EL CAMINO CON VUESTROS HIJOS

Dedicado a los padres que iniciáis el camino con vuestros hijos. A los que empezáis a escribir vuestro propio diario...

Había una ancianita sentada hoy en el parque. Sola, pero no solitaria. Su mirada, perdida en el infinito, dibujaba una sonrisa en todas las hojas que caían de los árboles.

Me senté a su lado, intrigada por esa mezcla de paz, nostalgia y felicidad que desprendía. Me miró un instante, y en sus ojos había tanta vida, tantos recuerdos, tanto amor, que deseé con todas mis fuerzas que entablase conversación conmigo.

Llevaba algo entre sus brazos. Pegado a su pecho. Abrazado a su corazón. Era un libro. Un cuaderno de notas. Un diario.

Después de unos instantes de silencio, me volvió a mirar, y me sonrió. Separó un instante el libro de su pecho, y mirándolo como si fuera su tesoro más preciado, comenzó a hablar.

Estoy acabando este libro, y aunque han sido muchos años escribiendo sin descanso, tengo la sensación de que cuando ya no escriba, algo habrá cambiado para siempre.

Comencé a escribirlo hace muchos años. Cuando nació el más pequeño de mis hijos. Nació antes de tiempo, y era un ser especial. Me enseñó tantas cosas, que decidí escribirlas, para él, para mí, y para todo el que quisiera leerlo.

He querido con auténtico fervor a mis tres hijos. Y los sigo queriendo, claro. Escribir mis sentimientos cada día, no ha sido sencillo. Al menos, cuando las cosas no iban del todo bien...
Pero cuando sentía la alegría de verlos crecer, escribirlo era muy fácil.

Me han hecho tan feliz, que volvería a pasar por todos los días grises, por todas las noches sin luna. Por todas las angustiosas esperas en los hospitales, por sus equivocaciones, por sus desafíos, por sus limitaciones...
Volvería a llorar cuando no mirasen. Y reiría igual cuando sus ojitos se posaran en los míos.

No sé si lo habré hecho bien o mal. Pero sí se que en mi Diario la palabra amor, se repite en cada nota.
He procurado que sean felices. Que sean buenas personas. Que se quieran y que quieran quererse.
Miro hacia atrás y las lágrimas quieren acompañar a mis recuerdos. Porque he sido muy feliz. Porque ya estoy terminado el diario.

Si tú acabas de empezar a escribir tu libro, ojalá al terminarlo broten lágrimas de tu alma. Lágrimas de felicidad. Ojalá escribas muchas risas, cosquillas, abrazos, y confesiones entre las sábanas.

Ojalá tu diario sea como el mío... El Diario de un sueño.

domingo, 13 de abril de 2014

CUÁNDO DEJASTE DE SER UN BEBÉ...

Cuándo dejaste de ser un bebé...

Hemos estado tan pendientes de tu evolución, de tus problemas, de luchar cada día, que te has hecho mayor sin darnos cuenta.
Te miro, mientras duermes a mi lado. Te acaricio la espalda, y de repente, ya no eres el niño prematuro que peleaba por sobrevivir. 

Cuándo has dejado de ser tan frágil...

Recuerdo como si fuera ayer cuando pasaba las noches despierta, temiendo que no pudieses despertar. Cuando mis sospechas sobre tu desarrollo, eran pesadillas constantes. El temor a lo desconocido, resultó mucho peor que la realidad.
Eras tan distinto, tan especial, que tuve que tirar todos mis apuntes, olvidar todo lo aprendido. Descubrir otra forma de ser madre. Entre lo sublime y lo dramático, así eran nuestros días.

Cúando aprendiste a sonreír sin temor...

Preocupados por verte caminar, hablar, crecer como los demás, nos olvidamos en ocasiones que eso no tiene importancia. Al menos no tanta. Lo importante de verdad, es ver a tu hijo sonreír. Reír a carcajadas. Lo que de verdad importa es alcanzar la felicidad. Algo tan complicado, y que tú consigues cada día.

Y después de todo este tiempo, intento que todos los días que nos queden por pasar juntos, todos los meses, todos los años, sean para alejarnos de los calendarios, de los apuntes, de los miedos.

Porque verte feliz, es todo lo que me queda por hacer en esta vida. Y eso es a lo que me voy a dedicar... En cuerpo y alma.

viernes, 11 de abril de 2014

GUARDA ESTA CARTA QUE TE ESCRIBO. NO LA PIERDAS...

Guarda esta carta que te escribo. No la pierdas. Dóblala. llévala siempre contigo. Que acompañe tus pasos. Que descanse junto a ti cuando duermas...

Hijo, tantas veces te he dicho que te quiero, tantos besos han dormido en tu carita, en tu frente, en tus manitas...

Recuerda siempre que alegraste cada día de mi vida. Que ser tu madre, y acompañarte en tu primer suspiro, en tu primera sonrisa, ha sido maravilloso.

Recuerda que tus abrazos han sido remedio de muchos días grises.

Recuerda, que tu risa ha sido la música que ha acompañado mis sueños.

Recuerda, aunque pasen los años, que siempre serás mi pequeñín. Mi tesorito.

Recuerda, que tus caricias han sido masajes para mi alma.

Y recuerda, hijo mío, que has sido y sigues siendo parte de mí.

Guarda esta carta junto a mis recuerdos, a mis besos, a mis te quiero.

Léela cuando necesites sentirme cerca. Será como tenerme a tu lado. Cómo cuando te sujetaba la carita con mis manos. Y te decía lo guapísimo que eras. Y te besaba. Y tu me sonreías...

Recuerda que te quise con toda mi alma. Recuerda que te quiero chiquitín.

jueves, 3 de abril de 2014

NO LLORES MÁS CHIQUITÍN...

No llores más chiquitín...

Yo te prometo que haré lo imposible por que tu vida sea un valle en eterna primavera.

No llores, abrázame fuerte.
Lo sientes? Tú y yo somos uno.
Cualquier dolor que tengas, me llega al alma. Me traspasa la piel.
Qué podría hacer para calmar ese llanto, qué te podría explicar que fuese justo...

Lo cierto es que no lo es. No es justo. Siempre pienso que cuando leas estas cartas ya serás lo suficientemente mayor para entender que la vida es así. Que no siempre nos regala versos de amor.

Y yo, que sólo soy tu madre, que lloraría a pleno pulmón cada vez que te hacen sentir diferente, que arrojaría palabras de rabia cada vez que algún monstruo no te deja avanzar. Yo, que sería capaz de morir por tí, tengo que ser la vela encendida que ilumine tus sombras.

Así somos las madres. Sonriendo mientras te pinchan, calmándote mientras te observan, y fingiendo serenidad mientras mi corazón asoma por mi garganta.

Y sigo queriendo darte días de risas, tardes de suave brisa, y noches estrelladas...

Aunque me ahogue el miedo, seré la más valiente.
Aunque me pueda el cansancio, seré la más veloz.

Aunque mi corazón llore, seré la más alegre.

Todo eso es lo que voy a hacer. No por tí, ni por mí. Lo hago por nosotros.

Por que te quiero. Más de lo que podría explicar jamás.






miércoles, 2 de abril de 2014

Y EN ALGÚN MOMENTO NOS CONVERTIMOS EN PADRES

Y en algún momento nos convertimos en padres. Y dejamos de ser simples personas que habitan el mundo, para de repente ser responsables del futuro de este planeta. Porque todos los niños de hoy, serán los adultos de mañana. 
Cuando cambiamos trasnochar bailando por trasnochar acunando, ya somos parte del engranaje del reloj de la vida. 
Y todos somos ignorantes. Nos asustamos, nos preocupamos, y sin saber por qué, ya somos distintos.
Entre todos los padres, los hay que tienen una misión relativamente sencilla. Cuidar esa plantita que apareció en su jardín, y que no deja de florecer y ofrecerles un dulce aroma. Casi sin regarla. Crece fuerte, bella y ningún viento la consigue doblegar.
Pero hay padres que tienen otra plantita que cuidar. Una planta que florece despacio. Que posiblemente su aroma sea más débil. Y que una suave brisa amenaza en cualquier momento su entereza.
Y estos padres, muchas veces agotados de tanto cuidar, mimar y pedirle a la vida que su plantita siga creciendo, aunque poco a poco, empiezan a descubrir la belleza de una flor más sensible. Y cuidan esa plantita con tanto amor, que el suave aroma que desprende inunda el aire allá a donde va.
Y comienza a crecer más fuerte. Y cada día tiene más brotes. Sus raíces son más sólidas.
Entonces estos padres vuelven la vista atrás. Cuando eran meros pasajeros en el mundo. Cuando decidieron ser parte de la historia de otras personas. Cuando apareció esa frágil plantita en su jardín.
Esos padres que hoy sonríen y observan ese árbol tan robusto e invencible en el que se ha convertido su plantita.
Esos padres un día no sabían como empezar. Sin preparación consiguieron, que su plantita fuese la más bella. Aunque rara vez brotase una flor.