miércoles, 2 de abril de 2014

Y EN ALGÚN MOMENTO NOS CONVERTIMOS EN PADRES

Y en algún momento nos convertimos en padres. Y dejamos de ser simples personas que habitan el mundo, para de repente ser responsables del futuro de este planeta. Porque todos los niños de hoy, serán los adultos de mañana. 
Cuando cambiamos trasnochar bailando por trasnochar acunando, ya somos parte del engranaje del reloj de la vida. 
Y todos somos ignorantes. Nos asustamos, nos preocupamos, y sin saber por qué, ya somos distintos.
Entre todos los padres, los hay que tienen una misión relativamente sencilla. Cuidar esa plantita que apareció en su jardín, y que no deja de florecer y ofrecerles un dulce aroma. Casi sin regarla. Crece fuerte, bella y ningún viento la consigue doblegar.
Pero hay padres que tienen otra plantita que cuidar. Una planta que florece despacio. Que posiblemente su aroma sea más débil. Y que una suave brisa amenaza en cualquier momento su entereza.
Y estos padres, muchas veces agotados de tanto cuidar, mimar y pedirle a la vida que su plantita siga creciendo, aunque poco a poco, empiezan a descubrir la belleza de una flor más sensible. Y cuidan esa plantita con tanto amor, que el suave aroma que desprende inunda el aire allá a donde va.
Y comienza a crecer más fuerte. Y cada día tiene más brotes. Sus raíces son más sólidas.
Entonces estos padres vuelven la vista atrás. Cuando eran meros pasajeros en el mundo. Cuando decidieron ser parte de la historia de otras personas. Cuando apareció esa frágil plantita en su jardín.
Esos padres que hoy sonríen y observan ese árbol tan robusto e invencible en el que se ha convertido su plantita.
Esos padres un día no sabían como empezar. Sin preparación consiguieron, que su plantita fuese la más bella. Aunque rara vez brotase una flor.

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