domingo, 20 de abril de 2014

UN DÍA DECIDÍ DEJAR DE PREGUNTARME POR QUÉ...

Hola hijo,
Un día decidí dejar de preguntarme por qué. No importa que sucedió, no importa saber cómo pudo haber sido, que hubiese sido de nuestra historia si todo hubiese ocurrido de otra manera.
Un día, te miré, y comprendí que debía empezar a hacerme otras preguntas.
Para qué, por ejemplo. Para qué pasan estas cosas. Y decidí, después de llorar abrazada a la almohada, que tu llegada fue una señal. Para que apreciase lo verdaderamente importante de la vida. Para enseñarme a vivir sin esconder mis sentimientos. Para convertir en fiesta cualquier amanecer...

Empecé a olvidar aquello que sabía antes de que nacieras. Y anduve el camino contigo. Respirando cuando tú lo hacías. Conteniendo la respiración cuando luchabas por sobrevivir.

Y fui otra vez niña, aplaudiendo una sonrisa. Y volví a ser niña, jugando contigo, repitiendo los mismos juegos una y otra vez.

Y así, entre lágrimas llenas de esperanza, entre risas contagiosas en la noche, me hice mayor a tu lado.
Y aprendí a sonreír al espejo. A caminar sin miedo. A presumir de mi maravillosa vida. Porque tenía un tesoro tan grande, que el mundo entero lo envidiaría.
Y pasaron los años. Y seguimos acariciándonos las mejillas, bailando abrazados, y seguimos llorando algunas veces.

Pero ya no hubo más preguntas. Solamente una respuesta. Eres mi hijo. Y contigo de la mano, no habrá sueño que no podamos cumplir. Aunque tengamos que perseguirlo mucho, mucho tiempo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario